La historia me suena conocida. Un burócrata trata de hacer su trabajo siguiendo las reglas, en un país donde todas las reglas escritas se rompen impunemente, mientras se sigue un código no escrito que todos, menos el protagonista, parecen conocer.
El fiscal policiaco Chaltacana regresa de vivir en Lima a un pueblo del interior en Perú (Ayacucho). En semana santa, se desata una serie de asesinatos achacados a sendero luminoso.
La historia de sangre, se va desarrollando de manera impecable y, como si fuera película del género, llega a un desenlace donde se descubre al malo, y después ese malo no era el verdadero malo, y el personaje principal transforma su vida.
Por ese lado me recordó a la película SEVEN.
Pero el verdadero protagonista de “Abril rojo” (Premio Alfaguara de novela, 2006) es Perú en épocas de Fujimori. Se siente el sabor del país a través de las expresiones, de la comida mencionada, de las festividades, de la corrupción de la policía, de la injerencia de los militares, de las comunidades abandonadas.
Y a pesar de que las palabras y las comidas me son desconocidas, ese embiente corrupto, creyente y decadente me resulta (alarmantemente) conocido.
Es por eso que este libro se lee de corrido (me duro menos de una semana), y deja un excelente sabor de boca.
Abril Rojo
Santiago Roncagliolo
344 paginas
2006, Alfaguara
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