Como en los tiempos de escolapio, hoy pintamos venado.
El centro comercial está a unos pasos de la oficina y optamos por ir al cine.
A la hora de la comida solo estaba “El día después de mañana” y a esa función entramos.
En una entrevista sobre Potter 3, Alfonso Cuarón comentaba que cuando se ponen los efectos y la dirección al servicio de la historia, todo fluye y el resultado es bueno. Este es el caso contrario: la inexistente historia estuvo al servicio de los efectos especiales.
Si es una película “taquillera” no espero ni grandes actuaciones ni un novel en literatura para el guión, pero al menos espero coherencia dentro de los límites de la misma historia.
Eso sí, las oleadas, el congelamiento, las imágenes de una tierra congelada de medio estados unidos para arriba están increíbles.
Pero el tiempo y el clima no parecían afectar a los protagonistas.
En Escocia, en el ojo de la tormenta, tres helicópteros se congelan y al final de la escena, un piloto se congela en menos de 10 segundos. Obviamente, antes te tuvieron que explicar en el museo de historia natural de NY, como un Mamut se encontró aún con la comida en las tripas, síntoma inequívoco de que la congelación había sido inmediata.
También te tuvieron que avisar desde el NORAD que la baja de temperatura es de 10° por segundo. (osease, el clima baja en chinga).
Pero cuando los protagonistas se dan cuenta de que están en el ojo del huracán, la velocidad baja rápido, pero avanza a una velocidad como de a un metro por segundo, por lo que les da tiempo de llegar sanos y salvos. Con una pata rota, y arrastrando comida y medicinas uno, y el otro andando sobre la nieve y con un compañero desvanecido.
Y a pesar de la velocidad y la fuerza de las aguas, ni Libby ni un solo edificio siquiera se pandea tantito. También me falta ver un mapa de la ciudad, pero que suerte se necesita para que un barco ruso entre por una de las calles de Maniatan y se pare enfrentito de la biblioteca pública donde nuestros héroes esperan “que pase el huracán”.
Eso si. Debo confesar que exclamé jubilosamente “Tómenla barbones” cuando ví las filas eternas en la frontera de Mexicali llena de gringos tratando de entrar al país. ¿Verdad que no es bonito hacer tanta fila?
Otro dato ilógicamente curioso: También el sur de los EEUU (Los Angeles para ser preciso) es arrasado por las aguas. En ciertas tomas se ve una lluvia torrencial en la frontera con México, pero resulta que los gringos pueden cruzar el Rio Bravo a pie y el nivel no llega siquiera a las rodillas.
En fin, Historia mala, efectos buenos con un plus: El gobierno de México negando la entrada a los gringos a menos que condonen la deuda eterna latinoamericana y el presidente de los estados unidos pidiendo permiso “a todas esas naciones hermanas que despectivamente llamamos tercer mundo”.
Está bien como sueño guajiro: ¿A que le tiras cuando sueñas mexicano?
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